Posibles futuros
Una de las buenas producciones recientes de la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia (EUNED), es la colección Posibles futuros, que reúne seis cuentos de ciencia ficción de autores costarricenses. Según el prólogo de Juan C. Toledano Redondo, esta es la primera colección de cuentos de este género en Costa Rica -y al parecer en el mundo, no me consta- en la que se reparten en cantidades iguales hombres y mujeres. A esto yo agregaría que, a mi juicio, las tres piezas de autoría femenina son las mejores de la colección.
La otra división propuesta por Toledano (y que yo corroboro) señala que cuatro de estas obras se ubican en contextos allende el costarricense. En Los túneles de la memoria, de Laura Casasa, los sobrevivientes del desastre ecológico del planeta se refugian en algún tipo de sistema habitacional subterráneo, y habitan allí hasta mutar sus cuerpos y adquirir una apariencia similar a la de los topos; pero manteniendo la capacidad de razonamiento y memoria de seres humanos. En La onceava generación, de Antonio Chamu, los humanos han desaparecido de la Tierra y el planeta es habitado por generaciones de robots cada vez más complejos y perfectos, que construyen una próspera civilización. La prometedora Jessica Clark hace su aporte con Frente frío, el más elaborado de los seis relatos, donde al igual que en Telémaco, aborda el tema de la lucha por el poder, esta vez empleando como eje la crisis de calentamiento global. Y en Flor del crepúsculo, Laura Quijano ofrece un oscuro relato que describe con estupendo ritmo y una formidable aridez la más baja condición de la desesperanza humana, en un futuro devastado.
Las otras dos obras sí se ubican en una Costa Rica muy cercana, y con el truco de los viajes en el tiempo, se sitúan en épocas más bien pasadas, y no futuristas. En La tropa de David Díaz, un grupo de amigos de infancia descubre una misteriosa nave cuya procedencia se sugiere futurista. Y en Sputnik, de Iván Molina, una investigadora del futuro es enviada al pasado costarricense para registrar hechos históricos.
No hace falta decir la importancia que tiene una colección como esta para la nutrición de géneros de la literatura costarricense. Valdría la pena efectuar producciones como ésta cada cierto tiempo y con miras a alimentar una antología más gruesa (quizás de más de un tomo) dentro de algunos años. También estamos a la espera de una buena colección de relatos de otros géneros marginales (marginales en Costa Rica): fantasía, terror, misterio, detectivesca...
La otra división propuesta por Toledano (y que yo corroboro) señala que cuatro de estas obras se ubican en contextos allende el costarricense. En Los túneles de la memoria, de Laura Casasa, los sobrevivientes del desastre ecológico del planeta se refugian en algún tipo de sistema habitacional subterráneo, y habitan allí hasta mutar sus cuerpos y adquirir una apariencia similar a la de los topos; pero manteniendo la capacidad de razonamiento y memoria de seres humanos. En La onceava generación, de Antonio Chamu, los humanos han desaparecido de la Tierra y el planeta es habitado por generaciones de robots cada vez más complejos y perfectos, que construyen una próspera civilización. La prometedora Jessica Clark hace su aporte con Frente frío, el más elaborado de los seis relatos, donde al igual que en Telémaco, aborda el tema de la lucha por el poder, esta vez empleando como eje la crisis de calentamiento global. Y en Flor del crepúsculo, Laura Quijano ofrece un oscuro relato que describe con estupendo ritmo y una formidable aridez la más baja condición de la desesperanza humana, en un futuro devastado.
Las otras dos obras sí se ubican en una Costa Rica muy cercana, y con el truco de los viajes en el tiempo, se sitúan en épocas más bien pasadas, y no futuristas. En La tropa de David Díaz, un grupo de amigos de infancia descubre una misteriosa nave cuya procedencia se sugiere futurista. Y en Sputnik, de Iván Molina, una investigadora del futuro es enviada al pasado costarricense para registrar hechos históricos.
No hace falta decir la importancia que tiene una colección como esta para la nutrición de géneros de la literatura costarricense. Valdría la pena efectuar producciones como ésta cada cierto tiempo y con miras a alimentar una antología más gruesa (quizás de más de un tomo) dentro de algunos años. También estamos a la espera de una buena colección de relatos de otros géneros marginales (marginales en Costa Rica): fantasía, terror, misterio, detectivesca...
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